martes, 16 de octubre de 2007

Una terapia infalible

Me gustan los libros olvidados
como frutos desconocidos
que nadie ingiere por abandono.
Esos de los que ni título ni autor son conocidos,
quizás nunca lo fueron, y de ellos
me alimento como de miel prohibida.
Libro mi particular batalla
desde un lugar tranquilo, pugnando
por decir lo que siento y soy, y que esto
se ajuste a la realidad, la mía.
Soy carnaza en manos felinas,
ni armadura ni coraza me sustentan,
sólo la cabeza alta, las ideas libres.
No me ajusto a las normas
- nunca me gustaron-
por eso sigo en pie de guerra.
Aunque este sea un poema para el olvido
para profanos espectadores y cementerio de libros,
dejarlo escrito fue un placer.

Hace unos años, le mostré a una autora muy reconocida mis poemas con la intención de que me orientara para pulir mis textos poéticos, para aprender de ella, es una persona que de alguna forma admiro, sobre todo su trabajo; por eso me dirigí a ella y le pedí que los revisase. No voy a decir que fue mala idea, porque uno siempre debe ir con la mente abierta y aprender de cualquier cosa aunque no sea lo que quiere. No resultó el encuentro como esperaba. Cuando volvía a mi casa con los textos corregidos, tuve que pararme a un lado de la carretera y llorar como una niña a la que le han quitado un juguete. Pensé en abandonar, creí que no volvería a escribir más. Pero al día siguiente, volví a coger mi cuaderno y escribí este poema.
A veces se necesita una crítica dura para aprender a sobrevivir, para tomar impulso y tener una visión diferente.
Por supuesto, he seguido escribiendo, no todas las personas a las que mostré mis poemas opinaron igual y aprendí de cada una de ellas, incluso gané un pequeño concurso.
Y cuento todo esto, para que cualquier persona que quiera escribir, le guste, y no se atreva a mostrar sus escritos, sus bocetos, que siga adelante, que no se decepcione por una mala crítica, que escriba y aprenda y escriba, porque yo continúo haciéndolo y me satisface mucho.
En una ocasión, Matilde Cabello -una gran poeta y escritora- me dijo que utilizaba la escritura como terapia, y estoy de acuerdo: escribir es una terapia infalible.

2 comentarios:

Miguel Calvillo dijo...

A veces los alumnos aprenden aunque los profesores no les enseñemos. Este ejemplo lo demuestra.
El poema, magnífico.

isabel dijo...

Yo también lo creo, porque aprendí mucho sin la guia de un profesor aunque ahora aprecio más lo que me esnseñaron,porque ellos crearon mis cimientos para el aprendizaje; ellos y cada una de las personas de las que aprendí algo, por insignificante que fuera.