lunes, 26 de noviembre de 2007

MISCELÁNEA PARA OTOÑO 2

Avaro

Y allí me hallarás, donde tú nunca esperabas encontrarme. Cuando hablaste conmigo descubriste que era el mundo de los muertos y aquello te dio miedo, se te helaron las entrañas; pero la barca se había marchado ya, y -allá, en el horizonte- sólo te quedaba un hálito de esperanza, que se desvaneció como cualquiera de tus monedas terrenales.

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Aviso a feministas

La historia siempre ha estado llena de amenazas. La mayor de ellas está aún por llegar: el dominio del sexo masculino.


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Se había presentado un día más en casa sin compañía y le preguntaba a las cuatro paredes por el destino y esas cosas sin respuesta. Supo recuperarse mirando por la ventana y viendo que las calles estaban pobladas de seres automáticos y de largas hileras de árboles que iban deshojándose ante la mirada de cualquiera.

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El camino es una larga hilera de manos con cuatro dedos.

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No hay elemento puro, a no ser ese que tanto hemos envidiado y que nunca aparece...

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Entre las nubes es irrelevante vivir de recuerdos, porque, a veces, son de un resultado celestialmente inapreciable.

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Eso de la primavera, el verano... no es más que una fragmentación de los físicos para justificar los cambios que se producen sin sospechar lo más mínimo de las intenciones naturales.
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Eran tan dulces sus pasos en la noche, tan irreverente su pecho desnudo y sus muslos jadeantes, que tuvo que cubrirse con una gasa para no ser descubierta en situación tan atrevida en estas calles.

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Sólo los chinos acaban emborrachándose por un exceso de arroz.

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Cuando los opacos momentos de nuestra existencia son más tristes de lo que la comunidad informa, es el momento en el que debe empezar nuestra soledad.


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Decimonónico

“Miraba a las mujeres feas como a tantas otras desagradables realidades de la vida, a las que era necesario enfrentarse con filosofía e investigar mediante la ciencia” (George Eliot ).

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Después de pasar los árboles, una luz inmensa, una claridad insospechada


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“In America”


Ese día entró un tipo en el snack bar con una camisa llena de cuadros pidiendo el menú del día. Los que allí estábamos nos sorprendimos; no por lo que había pedido, sino por su camisa a cuadros que nos desdibujaba la mente, nos distorsionaba la vista. Todos éramos camioneros desde hacía tiempo. Evidentemente, vimos que aquel tipo creó problemas, incluso enseñó una estampa de las pequeñas que mostraba a una pequeña mujer desnuda; pero nosotros nos quedamos con el gobierno y continuamos circulando por esas largas carreteras de raya amarilla donde los conejos son el pasto de los nuevos animales.

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