martes, 22 de julio de 2008

El adiós

Qué pronto nos dispersaron
mientras el tren discurría sin compasión
y largas lenguas de humo maldecían
a la tarde herrumbrosa y casquivana;

qué vanidad la del viajero olvidado,
el del adiós inesperado por seguro
con pequeña recompensa que eran besos amargos
acudiendo tarde y pronto como nunca.

Qué largo adiós en la lejanía...

Agridulce aguafuerte... Descosido de hilos
desmembrado y turbio como la miseria
el tren arrojaba lamentos sin sentido y sin regreso.

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