domingo, 7 de septiembre de 2008

Crónicas de posguerra: Isabel

Su pelo tiene el color de los años, su mirada fluye en la tristeza, su casa es la última del pueblo, tan distante que solo una delgada línea de tierra – por la que pasan las bestias del campo camino de regreso- la separa de una inmensa extensión de trigo infectado de amapolas que parece una cara llena de granos rojos; rojo amapola.
A su marido se lo llevaron los milicianos, un día se lo llevaron y no volvió más. ni ella lo buscó.
Cada tarde , Isabel se sienta en la puerta de su casa – como si esperase un golpe del destino- inquieta, preparada; y al anochecer, cuando el suelo huele a descanso, recoge la silla y la deja en el portal preparada para el día que sigue a otro día y a otro día. Le gusta andar descalza entre las piedras del patio, mojarse los pies con el agua que saca del viejo pozo, y los brazos, y la cara, hasta que acaba volcándose la cuba entera desde la cabeza, luego sonríe acariciándose el cuello satisfecha se alisa el camisón empapado, el agua le chorrea entre las rodillas hasta formar un charco en el suelo. Ella se deja acariciar por el agua bendita de su casa, esta si que es agua bendita –piensa- y no la de la iglesia, y allí espera que el sereno de la noche la seque, y luego duerme...
No hay luz, ni en la calle ni en el hogar, ni siquiera es una calle, parece una casa abandonada por el pueblo con una mujer abandonada por ella misma.

Está debajo de la lima. El cuerpo de don Francisco Gómez Estrada
está debajo de la lima, y el de su caballo también, por eso ella siempre espera.
Hace tiempo que los civiles fueron preguntando por él - tenía que hacer ese camino casi a diario- y le preguntaron si lo había visto.
En el pueblo hablan, hablan y calumnian impunemente casi todo el mundo, en especial de ella, es el tema favorito en las pilas donde las mujeres lavaban la ropa y ensuciaban sus conciencias. Ella nunca niega, ni afirma ni hace nada, pero los civiles no la veían capaz, “tan débil”...

Tiene la vista cansada de coser, pero no de llorar, nunca derramó una sola lágrima, ni siquiera aquel día, cuando a traición la cogieron por la espalda cuando entraba su silla, la tiraron al suelo , la sujetaron dos de la cuadrilla y él la penetró con fuerza una, y otra, y otra vez hasta que se cansó.
Estuvo dos días sin moverse del suelo, en el mismo lugar, no se movió durante dos largos días, luego se dirigió hacia el pozo, cargó la cuba de agua y se la volcó de un golpe sobre la cabeza.
Sigue cosiendo, un día, otro día y espera...


Son las fiestas del pueblo. La comitiva municipal junto con los paisanos van a las afueras para celebrar, pasan por su casa y lo ve sobre su caballo
avasallando a los que van a pié.
Don Francisco Gómez Estrada hizo un buen casamiento con la hija del alcalde, y tenía una querida en la capital a la que visitaba con más frecuencia que a su mujer; pero ella es su debilidad porque se muestra ante él férrea, y lo enciende hasta llevarlo a la locura, por eso la forzó como un cobarde.
Ella lo esperó todo el día. Cuando el pueblo ya dormitaba, el cansancio y el vino fueron sus aliados.
Once puñaladas. Le ha asestado once puñaladas por cada uno de los días que ha esperado. Luego lo ha hecho con el caballo. Cava durante toda la noche, al amanecer, ya no queda rastro de nada.
La gente habla y habla, pero nunca saben la verdad. Ella sonríe, nadie sabe la verdad...
Cuando la luz de sus días se iba extinguiendo , hace las diligencias pertinentes para donar los terrenos de su casa al pueblo y muere en paz.
El tiempo ha sepultado los hechos, y el tiempo los saca al exterior.
Después de quince años se deciden utilizar los terrenos de esa vivienda para la construcción de casas protegidas por el gobierno.
Un grupo de trabajadores excavan en la tierra para cimentar la construcción y descubren el cuerpo de un hombre y un animal que parece un caballo.
La comisión que dirige el proyecto decide acallar el hallazgo, para evitar que las casas tengan dificultad en venderse.
... Una mujer camina por la acera, se detiene y dice a uno de los obreros:
“la gente habla, siempre habla, pero nunca saben la verdad de los hechos”
sonríe se da la vuelta y desaparece lentamente ante el asombro de los dos hombres.

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