viernes, 5 de junio de 2009

Caperucita roja



Después andan diciendo que éramos angelitos
vendiendo pan y luna.

La abuela sentada en su hamaca;
el lobo ,expectante,sólo amenazaba
con sus feos y terrosos dientes.

La bruma en el bosque se iba disipando;
no se esperaban amenazas.

Aquel día, el rojo de la caperuza
se convirtió otra vez en la mentira
que callaban las hadas del bosque.

Ellas eran como la corteza,
dura donde las haya.
Y aquellas hayas que servían de escenario
acongojáronse con el espectro
que, solemnemente, se mantenía
fijo al suelo.

Y mientras, un leñador de gimnasio
flirteaba con sus largos brazos
ante el rojo de la caperuza
que le sonaba a obscuridad,
a deseo incomprendido.

Todos se arrimaron al borde de la senda
esperando a grandes princesas
que paseasen en carrozas llenas de manzanas,
y sólo intuyeron viejas brujas
iluminando marmitas con inútiles lagartos.


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