miércoles, 3 de noviembre de 2010

Una noche, después de los difuntos

¿Quién podría trasegar mi alma ahora,
que encuentra, bien hundido, al fabuloso Eneas
y al dios Cupido?

¿Quién podría, tras tres mares tempestuosos,
arrojar al vacío el alma hueca,
la esencia del olvido?

Esa lucha de voz tan a la antigua entre Venus,Eneas
y su Dido,
son engañifas alteradas por la niebla,
inevitables estigmas de los huesos,
leyenda soportada en el indicio.

¿Quién podría delegar en el amor desenfrenado,
lo que ya son caricias apagadas
o sólo ascuas cada vez más aparentes?

Nada es triste, si el amor es desatino,
fuerte redención, más bien... destino.

Y nuestro insigne Don Juan hoy permanece
cubierto por las nalgas de la monja,
escupiendo hacia atrás como un demente.
Nada es casual.Ese es su sino.

No hay comentarios: