sábado, 18 de diciembre de 2010

¿ Quién me había preguntado...?

¿Quién me había preguntado esta mañana
sobre la vanidad, sobre la humedad del amor?

Ya, en el silencio de la sala, no recuerdo
el inicio de la jactancia,
de los enormes desatinos a las seis de la mañana.

Desgastándose en el corredor,
me miraba con desgana,
creyendo que ese amor era un sueño intocable,
que sólo eran quebrantos que sanaban el dolor.

Y la vanidad se fue resbalando por las comisuras
de los labios
como una suave y dulce crema de molde,
que , en su ímpetu, era una verdadera roca.

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