jueves, 27 de enero de 2011

Ahora...

Ahora que me adjudican imágenes negras,
que me dejan solo en mi defensa,
a ver si logro despejarme
del sol, de las falsas imágenes.

Los sonidos de la guitarra
me suenan a antiguos alientos del sol,
noctámbulos andando en la noche.

Ya sé que nos perseguían antiguos espectros,
y nunca dijimos nada desacompasado;
inclinamos nuestras cabezas viendo al sol
que desaparecía poéticante entre tus piernas.

Y no dijimos nada.
Todo era el mundo de los paparazzi:
era de cartón-piedra.

miércoles, 26 de enero de 2011

Ambición.

Sí, esa es la palabra. Hay que ser ambicioso,
querer llegar lejos, porque querer es poder.
Tampoco hay que pasarse, ya se dice que en el
centro está la virtud. Ni mucho, ni poco, pero a veces
te quedas en el intento. Casi pero no del todo.
Te llevas una gran decepción y decaes,
ese es el fallo. De los errores se aprende y nunca es
tarde cuando se trata de aprender.
Y a veces, cuando crees que todo es perfecto ¡zás!
Algo cambia las tornas, y vuelves a caer. Es como una
cadena que siempre se repite volviendo a empezar
una y otra vez, de arriba a abajo, de izquierda a derecha.
Pero no aprendes, vuelves a caer en la tentación. Pero,
¿sabéis cual es la mejor forma de librarse de la
tentación? Caer en ella.

martes, 11 de enero de 2011

El enseñante

Hoy he vuelto a insistir en las horas amargas
de los hombres que ocupan el espacio más nimio,
de la gente insidiosa que refleja su alma,
y desea,vehemente,una cierta ignorancia,
ignorada por todos, recubierta de magia.

El asunto era, entonces, una vieja fragancia
de sutiles historias, todas llenas de engaño,
bien cubiertas de fases, de naranjas y leños;

Lo continuo existía por su propia ignominia,
su deseo irrefrenable era pura jactancia,
ejercicios sufrían un ligero desprecio;
resultados imposibles,insufribles desprecios.

Algoritmos inútiles eran puro reflejo
de difíciles cuentas, de incógnitos besos;
de esos versos inútiles que ya encumbran al sexo.

Y fue entonces cuando hicimos
del amor un gran verso,
del desierto una nube, bien rellena de besos.

Y acabóse la insignia que teníamos en el pecho,
nos dijeron, por tanto, que era fatuo el intento
de llevar a tu vida un pequeño deseo.

Rectificantes muy cultos, despreciaron el gesto,
y una nube encarnada, destrozó nuestros huesos.