martes, 15 de marzo de 2011

El furor del tiempo

Me habría hecho falta, una vez más, otra vida,
porque el sol irrumpe brutalmente por el este
y no hay jornada que no se haga fugaz, huidiza,
desordenadamente efímera en las pocas horas
que, expeditivamente, resbalan en el día.

Crees que el rayo no muere en el oeste,
y esbozas una sonrisa infantil que argumente
el engaño más incuestionable y axiomático:
La supuesta dulzura de lo zanjado y más metódico.

¡No todo es consumación y término! exclamas frugalmente,
para hacer una pirueta a lo irrevocable,
a lo fastidiosamente inoportuno, improcedente.

Calmas tu cólera y tu fiereza y te vuelves sumiso y manejable :
Es el obligado reposo del guerrero que sólo obtendría una victoria
irreparablemente pírrica, en este asunto desastrosamente serio.

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