Apenas unas olas acariciando mi rostro...
Y un dios mitológico imponiendo severidad,
desechando factibles ocasiones de navegar
entre mares que no son ignotas ideas vagabundas
que se desparraman por las enormes velas.
Entretanto, la desidia de las olas es inevitable,
como es inevitable la fuerza del timón
o el amor a un paisaje a babor.
Siempre nos cuesta tanto el sabor de la orilla
que el suelo es bastante indefinible,
enormemente indescriptible y amable:
aquí en tierra, bajo el soporte de arcilla.
Los de tierra adentro vemos solo el recuerdo
de una vasija escondida entre greas mudas,
insignificantes modos de aprecio que son oportunos
para el discurso de los soberbios titanes....
Y la orilla se asemeja a un cierto modo
de perder el miedo a las olas inservibles
que han dejado una huella inmisericorde
del que quiere tomar, consecuentemente, tierra.
Día de a Biblioteca 2019
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La Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, a través de la
Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria, impulsa la celebración
del *Día...
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